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REINO COPTO DE FUNJ

Actualidades del Reino Copto de Funj 1085 - 1089

Actualidades del Reino Copto de Funj 1085 - 1089

El Reino Copto de Funj y la gran victoria cristiana

(Cristianos Coptos Civilizado Nación Abierta)
Bartolomé I, Rey.
Diplomacia: Kamey (+8Yfc)

Tras los avances realizados durante los últimos años por los ejércitos del reino, en el año nuevo del año del Señor de 1086 el anciano Rey Bartolomé I confiaba en poder cerrar la conquista de la vecina Zeila en pocos meses.
El aparato militar del poderoso reino cristiano de África se fortaleció enormemente durante aquellos primeros meses de año 1086 de la era de Nuestro Señor: grandes inversiones en afinar la eficacia del arma de Caballería y la adquisición y entrenamiento de miles de caballos junto a sus pertrechos completos, las levas masivas y el reclutamiento de jóvenes de buenas familias para ingresar en el ejército en concepto de oficiales junto con animales de su propiedad fortalecieron aún más la capacidad ofensiva de Funj.

Pero las malas noticias no se hicieron esperar; varios emisarios de Zeila fueron capturados navegando el Nilo en dirección a las fronteras del norte. Nadie podía determinar cuántos emisarios habían iniciado viaje, pero parecía posible que más de uno hubiera superado la vigilancia en el gran río. El mensaje de socorro que portaban hacia el Gran Califa de los fatimís preocupó al Rey profundamente (ver NF de Zeila). Sin perder tiempo, a sabiendas de que el califato era un enemigo con el que no podían jugar, el Rey se encerró en su palacio de Adefa y dedicó todo su tiempo y atención a los asuntos internos del reino, mientras dejaba las labores de coordinación militar y atención al exterior a su hijo y heredero, el Príncipe Tomás.

Gran parte de los recursos internos se destinaron al levantamiento de fuertes defensas en las fronteras del norte. Una línea de fortificaciones, atalayas, torres menores de vigilancia y campamentos amurallados se trazó a lo largo de las regiones cercanas al califato, y tanto el Príncipe Bartolomé como el Gran Señor de Kassala fueron enviados al mando cada uno de un ejército a ocupar y mantener la nueva línea defensiva.

La terrible advertencia del Gran Califa no tardó en llegar. Si los ejércitos coptos atacaban Zeila, el Califato Fatimí tomaría tal acto como una acción contra la fe islámica y contraatacaría de inmediato con todas sus armas. Bartolomé I, quien esperaba algo así tras la detención de los emisarios musulmanes a inicios del año del Señor de 1086, ya se había reunido repetidas veces con el Patriarca de Funj, Pedro II. Tales encuentros se intensificaron durante semanas.
Sabían ambos que el Sumo Pontífice de Roma era de la opinión de que todos los cristianos eran y debían ser hermanos en la fe. El contacto con el Patriarca de Roma había sido fluido y cercano en los últimos tiempos, y quizá era momento de probar la sinceridad de aquellas opiniones conciliadoras y el alcance de las mismas. En la soledad de África, en aquel mundo peligroso rodeados de vecinos hostiles, una situación desesperada parecía exigir una medida igualmente desesperada: ambos grandes mandatarios decidieron de común acuerdo solicitar el auxilio en la crisis del Papa Severo III.

El Príncipe Tomás, mientras tanto, al conocer las noticias que hablaban de las amenazas del Califa, ordenó la inmediata retirada de las tropas de la región de Zeila, replegándose a Danakil con la intención de defenderla o utilizar la zona como punto de partida en caso de su padre ordenase una nueva invasión. Envió mensajeros a la capital del reino vecino, Zeilania, en los que se solicitaba el envío de una comitiva oficial con la que se discutirían los términos de un posible acuerdo de paz. Mientras esperaba noticias, y tras enviar correo a su padre el Rey con las novedades, el heredero decidió reunirse a diario con los nobles de la ciudad de Kamey con el fin de mejorar sus relaciones con el reino, siendo auxiliado en tal labor por el general Bernabé.

Los esfuerzos conciliadores del heredero en Kamey lograron buenos resultados en un momento en que todo parecía torcerse para el reino de Funj: en Junio del año del Señor de 1086, una espantosa nube viva de pulsante movimiento fue vista por un campesino en las faldas de las montañas de la región de Sennar. Las primeras langostas llegaron a los campos de cultivo cercanos a Adefa a la caída de la noche del quince de Junio, y cuando abandonaron la región habían dejado a su paso un páramo desolado. Desde aquella noche y hasta finales de Agosto del mismo año, la  terrible plaga de langostas en forma de nube creciente se movió a lo largo y ancho del territorio de Funj, destruyendo gran parte de las cosechas y dejando impracticables por mucho tiempo numerosos campos antaño fértiles.

Las noticias llegadas desde Roma en las que se confirmaba el apoyo y la ayuda del Sumo Pontífice en caso de ataque a Funj por parte del infiel Fatimí no variaron la dirección del rumbo que había determinado el Príncipe Tomás en relación al conflicto con Zeila. Ni él, ni su majestad el Rey Bartolomé I, aun cuando contasen con el auxilio de los cristianos europeos, tenían el menor interés por iniciar una guerra con el Califato de la cuál su reino jamás podría salir bien parado. El acuerdo firmado con la delegación de Zeila en la ciudad de Kamey puso fin al conflicto con el reconocimiento por parte de Zeila de las nuevas fronteras con Funj, incluyendo el cese de sus pretensiones sobre la región de Danakil y la ciudad portuaria de Kamey.

A su avanzada edad, no confiaba el buen rey Bartolomé en ver la llegada de muchos más Años Nuevos. Pero al menos esperaba haber alcanzado en el ocaso de su vida la estabilidad de las fronteras con su vecino del sur, además de contar con la seguridad de haber dejado para el reino al mejor de los herederos posibles: su hijo, el Príncipe Tomás.
Si Funj necesitaba crecer, tendría que hacerlo otro Rey.

Y muy probablemente en otra dirección.

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